Esculpir es un arte. Con las manos, con cincel, con una navaja… no importa tanto la herramienta o el material como el resultado final de la habilidad de los escultores que, con sus manos, son capaces de realizar todo tipo de esculturas realistas o abstractas. Poco importa si el resultado es fruto de la imaginación febril de un escultor o de la capacidad para replicar una persona, animal o cosa. Lo esencial es lo que rezuma el trabajo realizado y esa capacidad innata de moldear el material para dar lugar a formas de lo más variado. A fin de cuentas, la escultura es una de las formas de arte más fascinantes aunque menos habituales de cosechar. Siempre será más fácil encontrar artistas de la pintura, la música o la fotografía que verdaderos escultores. Quizá se deba a la dificultad que presenta esta disciplina en particular, donde los volúmenes tienen mayor importancia que el color e incluso el material.
No es posible comparar algunas obras de arte dentro de la escultura, resaltar la majestuosidad del David de Miguel Ángel en detrimento del David de Donatello, supone de por sí una necedad. Ambas obras de arte renacentista son un claro exponente de la escultura de la época. A ojos de un profano, es posible que llame más la atención la imponente majestuosidad del mármol en el que se esculpió el primero. Sin embargo, para los expertos en esta disciplina, como es el caso de Anglada Esculturas, la suntuosidad del segundo resulta tan mágica como única y se debe al bronce con el que se ha realizado.
A buen seguro que más de uno se pregunta porque el bronce es uno de los materiales más utilizados en escultura. En este artículo, vamos a explicar a qué se debe y cuáles son las propiedades que lo hacen tan esencial dentro de esta disciplina. Así como la forma de saber diferenciar entre bronce o imitación.
Ni plata ni oro: bronce
El bronce tiene un peculiar encanto. Todo aquello que se fabrica con este metal, posee una belleza singular y atemporal que pocos materiales poseen. Retomando el ejemplo anterior, la belleza que emana el David de Donatello se debe precisamente a que la escultura fue realizada en bronce. Este metal es una aleación de otros dos: cobre y estaño que al fundirse, adquieren un tono cobrizo que se torna marrón oscuro brillante. Esta peculiar tonalidad que resulta a los ojos como envejecida, aporta a las esculturas una elegancia y personalidad que otros materiales no logran aportar.
La razón de que sea tan utilizado en la escultura es precisamente por la facilidad que tiene para fundir. Siendo así, resulta el material perfecto para trabajar las esculturas siguiendo la técnica de la cera perdida del bronce. Esta técnica es muy utilizada tanto para crear como recrear esculturas, puesto que garantiza la mayor precisión y calidad a la hora de reproducir pequeños detalles, sobre todo cuando se trata de esculturas reproducidas a partir de una original.
Una de las características del bronce es que se trata de un material muy poroso, lo cual resulta un factor muy favorable en la escultura, pues permite la creación de obras con fuerza. También transmite más efectos que otros materiales, por lo que para los escultores, trabajar con bronce resulta tan estimulante como enriquecedor.
Por otro lado, la elección como material de preferencia del bronce por muchos artistas, se debe igualmente a que reúne una serie de propiedades específicas que lo hacen el más adecuado para la escultura. Dureza y resistencia, ductilidad, maleabilidad y facilidad para fundir. Esto permite jugar con espesores y volúmenes de diferente calibre, con la finalidad de crear esculturas robustas y contundentes o por el contrario, ligeras y livianas. Todo esto fomenta la libertad creativa del artista, algo que no ocurre con otros materiales que aunque agradecidos y de gran elegancia, no gozan de tal versatilidad. Un claro ejemplo de ello es el mármol.
Desde una perspectiva estética, el resultado final que proporciona el bronce, es de una belleza espectacular. Con independencia de lo que se esté reproduciendo, el bronce impregna todo lo que se hace con él, de una potente atracción universal y atemporal, cuyo resultado final es único, elegante y totalmente diferente al que se puede obtener con la piedra o el mármol.
Trabajar con bronce requiere sin embargo de una gran experiencia y formación previa. Es necesario disponer de una infraestructura adecuada y los medios y herramientas necesarios para poder dar rienda suelta al talento artístico.
Para acercarte un poco más a este apreciado material escultórico, tanto si eres artista en ciernes como si solo eres un admirador del arte de la escultura, vamos a hablar sobre la forma de saber si estamos ante bronce o un material que lo emula.
Que no te den gato por liebre
Si vas a comprar una obra de arte o quieres utilizar bronce para crear la tuya propia, es esencial que no te engañen o te dejes engañar. Si quieres bronce, quieres bronce y no sucedáneos de mala calidad. Es posible hacer una sencilla prueba para distinguir el bronce de otros materiales que puedan dar el pego. Por ejemplo, rascando cuidadosamente una parte de la escultura con un objeto metálico, puede aparecer un tinte amarillento. En este caso, es muy probable que nos encontremos ante un objeto hecho de bronce. Si por el contrario, aparece un color cercano al blando, lo más probable es que no se trate de bronce si no de otro material menos elegante.
Para evitar cualquier tipo de engaño, vamos a aportar una serie de consejos que pueden resultar útiles a la hora de constatar y verificar que no encontramos ante una escultura de bronce.
Lo primero es lo evidente: la apariencia. Es aspecto de la escultura es muy importante. Las esculturas de bronce, tienen una pátina, es decir una capa brillante que confiere a la escultura un aspecto brillante al tiempo que evita la oxidación del material. Sin embargo, es posible que encuentres piezas con pátina en su superficie sin que sean de bronce. Para verificar que la pieza es auténtica, hay que revisar el color del metal raspando ligeramente dicha pátina. El bronce real, posee un color dorado, aunque hay que tener en cuenta las variaciones que proporcionan las diferentes aleaciones. Si el color es demasiado negruzco o demasiado brillante, desconfía.
Su maleabilidad es otro aspecto característico que ofrece garantías. El bronce no es bajo ningún concepto un metal blando. No es fácil de manipular, ni es flexible. Tampoco es posible romperlo sin esfuerzo. En ocasiones, las esculturas de bronce falsas, están realizadas con moldes de resina que posteriormente se recubren con la pátina para que los aficionados, la vean bien. Las esculturas de resina, son fáciles de romper, tienen flexibilidad. Por lo que si tienes la sensación de empujar el dedo sobre el material, lo más probable es que no se trate de bronce.
Para comprobarlo, basta con hurgar o apretar la estatua de manera que puedas percibir si existe flexibilidad. A veces se utiliza el hierro para hacerlo pasar por bronce, debido a su menor coste y mayor accesibilidad. En este caso, si se percibe demasiada dureza en el material, es posible que no estemos ante una obra de bronce.
A los más duros de oído, a lo mejor no les va bien esta forma de comprobar si estamos ante una estatua de bronce o una imitación. En cualquier caso, el sonido es una buena fuente de información. Es de suponer que sabemos que los diferentes metales, ofrecen diferentes sonidos. El bronce cuenta con su propia variación sonora. Para comprobarlo, solo es necesario utilizar algo que pueda golpear la pieza, sin dañarla, eso sí. Golpearla y prestar atención al sonido que produce. Si se trata de bronce, debe escucharse un pequeño repiqueteo que perdurará unos segundos tras el golpe. Si se produce un golpe sordo, es seguro que no se trata de bronce ni de ningún otro metal. Las falsificaciones como la resina, generan un sonido sordo y pesado.
El peso es otro de los factores que pueden alertarnos si estamos ante una falsificación. Una estatua de bronce puede ser bastante pesada, sobre todo si tiene grandes dimensiones. Esto es más fácil de comprobar con esculturas pequeñas que puedes sopesar en tus manos. Si se trata de una pieza ligera, lo más probable es que se trate de resina en lugar de bronce. Si pesa demasiado, puede ser hierro. Se trata de un punto ambiguo o poco fácil de entender, pero si sabes cómo se pesan las piezas de bronce podrás hacer esta comprobación correctamente.
Por último, es recomendable prestar atención al precio y al autor. Esta medida de garantía puede ser la más sencilla si conoces la procedencia de la pieza o te mueves en el mundillo. En este sentido, hay que saber que la mayoría de las piezas son ediciones limitadas, con lo que se encarece el coste.
Con estos pequeños trucos seguramente te sea más fácil identificar si te encuentras ante una verdadera obra de bronce o tratan de engañarte y darte gato por liebre. Como has podido comprobar, el bronce es un material muy utilizado en escultura por lo que las piezas del mismo, suelen ser muy demandadas.