Con Denominación de Origen: Ribera del Duero

En España contamos con grandes vinos. Tierras dedicadas en cuerpo y alma a mantener viva la tradición vitivinícola y seguir la estela dejada por los antepasados. La Ribera del Duero, es una de esas tierras con solera que nos dejan algunos de los mejores caldos de las tierras castellanas. Su larga tradición se remonta a la época romana que fue consolidada por los monjes a lo largo de la historia. Este sabor añejo que proporciona la larga tradición, se siente en sus viñas viejas y en el buen hacer de sus bodegas. De ahí que los vinos de la Ribera, se encuentren en un lugar privilegiado para los amantes y aficionados al vino de cualquier rincón del mundo.

La historia de la DO Ribera del Duero, es joven, mucho más que los vinos que nos dejan sus viñedos. Se remonta al año 1982, aunque sus vínculos con el vino, proceden de épocas anteriores, como ya hemos comentado. Se sabe que los vacceos, pobladores predecesores de los romanos, ya consumían vino, lo que se desconoce es si lo producían. En cualquier caso desde la época romana hasta la actualidad, ha llovido lo necesario para que los vinos de la tierra, tengan el renombre que tienen.

Si seguimos el curso de la historia, la invasión árabe, supuso un hándicap para la producción de vino, puesto que esta no se recuperó hasta la Reconquista de la mano de los monasterios. Qué será lo que tienen el vino y la cerveza que para el clero, era como un misterio. La Orden del Císter, llegada desde Borgoña (quizá, en este detalle este el secreto de los vinos de la Ribera), replantó esos viñedos que hoy persisten, propulsando la viticultura y esparciendo sus conocimientos sobre vinos franceses, en la zona vallisoletana.

Basta con acercarse a una bodega de la zona, como puede ser Bodegas Federico 1986 para sentir como ya, en épocas remotas, nobles y burgueses se interesaban en el vino y expandían su cultivo. En aquellos tiempos, la mayorías de las tierras se encontraban ocupadas por viñedos que hoy, ya no existen. Esta bonanza se daría entre el siglo XI y XIX. Luego, las plagas hicieron de las suyas y se produjo una crisis en el sector. Cultivos como el trigo, más rentables y sencillos, ocuparon esas tierras de viñedos.

Los vinos de la tierra

A finales del siglo XIX, el vino que predominaba en la Ribera del Cuero, era el clarete. Este vino, se elaboraba con una mezcla de uvas tintas y blancas, aunque algunos elaboradores apostaban por la calidad. Mientras que las cooperativas, fueron fieles guardianas de las cepas de las que hoy, podemos disfrutar con los vinos de viñas viejas existentes en la DO.

El crecimiento de la Denominación de Origen desde su aprobación, fue lento y progresivo, fundamentado en el colon del tempranillo autóctono de la región, en un suelo diverso y en un clima con contrastes. Con estas condiciones, el éxito, aguardaba y se crearon las pequeñas bodegas que propiciaron que la vid, recuperara el terreno perdido. Las inversiones foranas a mediados de los noventa, las equipaciones mejoradas en la bodega y el empeño, hicieron que la DO despegará. En aquellos tiempos, tan solo nueve bodegas, formaban parte de la Denominación. En el año mil novecientos ochenta y nueve, la cifra ascendía a veintisiete. Llegado el nuevo siglo, en el año dos mil dos, la cifra rondaba las ciento treinta y seis bodegas. Hoy son más de trescientas las bodegas entregadas al vino con Denominación de Origen Ribera del Duero.

Los vinos de esta tierra, se producen al este de Valladolid, en una zona donde la altitud alcanza los mil cien metros. Las laderas de estas colinas y montes, son la ubicación perfecta para los viñedos de mayor calidad. Cuando el suelo es pobre y se aleja del rio, con un buen drenaje, la uva es más concentrada, puesto que las raíces, exploran las profundidades del suelo en busca dela agua y los nutrientes necesarios. Ya los más antiguos del lugar, sabían que los suelos pobres y calizos, dan como resultado los mejores vinos.

Por lo general, los suelos son poco fértiles, sueltos y con elevado porcentaje de caliza. En las tierras del Duero, los dividen en tres grandes tipos:

  • Arcilloso, de textura muy fina y color rojizo que tiende a compactarse reteniendo el agua y da lugar a vinos con gran estructura.
  • Calizo, de color blanco por su alto contenido en sales calcáreas, es un suelo seco y árido que proporciona un vino elegante y complejo.
  • Pedregoso que, apenas retiene agua y aporta sensaciones maduras y un tacto meloso al caldo.

Aparte del suelo, el clima, juega un papel fundamental en la producción y cultivo de esas vides que dan como resultado el mejor vino. La Ribera del Duero, cuenta con un clima mediterráneo marcado por la continentalidad y las influencias asiáticas. Llueve poco y la insolación es elevada, los veranos muy secos con noches frías y los inviernos, duros y largos.

Las inoportunas e innecesarias heladas nocturnas, son uno de los principales peligros a los que se enfrentan las vides de esta tierra. En los años en los que el clima es más severo, se merma de forma considerable la producción. Sin embargo, los contrastes térmicos tan fuertes y notables entre el día y la noche, procuran ese equilibrio perfecto entre la madurez y el frescor de la uva.

Las uvas de la Ribera

Variedades de uva hay muchas. Pero en la Ribera del Duero, la estrella es la tempranillo, conocida en su entorno como tinto fino, tinta fina o tinta del país. Si nombre más extendido, procede de la prontitud con la que madura y alcanza las propiedades de sobra conocidas por todos. Posee cuerpo y color, perfume de frutos del bosque y una acidez media. En la Ribera es especialmente pequeña y de piel gruesa, a consecuencia de su lenta y pausada maduración en altura y a la pobreza del suelo donde se cultiva.

El resto de uvas tintas que suelen utilizarse, participan en los cortes con un porcentaje bajo. Entre ellas podemos citar a la cabernet sauvignon, uva merlot y malbec, todas de origen francés, como no podía ser de otra manera. Lo que nos lleva de nuevo a esos monjes de Borgoña. Estas uvas, aportan estructura, tacto y ciertos tonos especiados que profieren un carácter internacional a uno de nuestros vinos estrella. Además proporcionan una buena capacidad de envejecimiento. La garnacha, es la elegida, por su amabilidad y perfil goloso, para redondear algunos vinos, aunque su participación en los caldos es minoritaria.

Como uva blanca autorizada para obtener un vino con Denominación de Origen Ribera del Duero, es la albillo. Con esta uva de tamaño pequeño, redondo y un sabor especial, se elaboran blancos grasos que integran la madera de forma elegante, aunque de forma tradicional, se utilizan para añadir perfume y equilibrio a los tintos.

La DO permite un rendimiento por hectárea de siete mil kilos de uvas, aunque en los últimos años, la media se sitúa en los cuatro mil cuatrocientos, con el objetivo de aumentar la calidad y personalidad de la uva.

En las tierras de Valladolid, la vendimia se realiza mayormente de forma manual, buscando la máxima expresión de unas cepas que hay que tratar con mimo, pues cuenta con más de ochenta años. De todo esto deriva que los vinos de la Ribera tengan unos precios relativamente elevados.

Los tipos de vino que podemos encontrar con nombre DO Ribera del Duero son blancos, tintos y rosados. Los primeros son muy pocos, aunque existe un creciente interés por ellos. Se elaboran con la uva de variedad albillo y son frescos y afrutados, con buena acidez. Los que se crían en barrica, añaden complejidad, un tacto cremoso y aptitud para la guarda.

Referente a los rosados, podemos decir que en otros tiempos,  gozaban de mayor relevancia. Al igual que los tintos, se elaboran a partir de la uva tinto fino, aunque otras uvas autorizadas pueden formar parte del corte. Se trata de vinos afrutados y sabrosos, con cuerpo, aunque se apuesta en la actualidad por estilos más ligeros y menor color, en recuerdo a los vinos provenzales.

Hablar de los tintos de la Ribera del Duero, puede llevarnos páginas y páginas. Elaborados con un mínimo del setenta y cinco por cien de tinto fino y un máximo del cinco de albillo, se encuentra tanto en versión monovarietal como completados con el resto de variedades de uva tinta de la zona. Su color es cereza intenso, en boca es pleno y se reviste de taninos redondos y aromas de fruta negra madura y especias. Consiguen combinar aromas tradicionales con un estilo de vino propio del Nuevo Mundo. Los mejores tintos de la región, necesitan tiempo para mostrar su complejidad, armonizando la dulce fruta negra con los tonos especiados del roble.

Estos vinos, admiten una enorme variedad de maridajes, todavía mayor desde que el vino blando se incorporó a la reglamentación. A groso modo, los expertos en estas lides, recomiendan los vinos de mayor crianza para platos de cocciones largas y aromas intensos. Mientras que para los platos más ligeros, se aconsejan los vinos más jóvenes y afrutados.

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